Los resultados del artículo [de Séralini] añaden nuevos conocimientos a la literatura científica. Estos incluyen la respuesta fisiológica sorprendentemente similar de las ratas a los tres tratamientos (Roundup, maíz Roundup Ready, maíz Roundup Ready + Roundup) con respecto a los controles. El Roundup ya se había asociado a desequilibrios hormonales en estudios anteriores. Pero este nuevo estudio indica que dicho desequilibrio puede conducir a problemas más graves con tumores en ratas hembras de mayor edad. Por otra parte, el bajo umbral de respuesta al Roundup en el agua potable es de gran importancia biológica y requiere una mayor investigación. También es significativo que se encontraran efectos negativos al probar la formulación comercial del Roundup, lo que subraya la importancia de probar los productos reales en lugar de los llamados ingredientes activos.

En contraste con las muchas (a menudo excesivas) críticas que se pueden leer estos días en la red acerca del estudio, tras revisar el artículo mi opinión es que:

1)    emplea técnicas de investigación cuidadas y vanguardistas;

2)    no refleja ningún sesgo fuera de lugar, sino que sigue un razonamiento basado en la bibliografía;

3)    muestra claramente diferencias estadística y biológicamente significativas entre el grupo de control y los tratados con productos de Monsanto.

Considero que la crítica más convincente es que se utilizó un número insuficiente de ratas para la prueba, especialmente dado que los resultados implicaban tumores. Sin embargo, el número de ratas utilizadas (10 de cada sexo por tratamiento) respetaba los números sugeridos por las normas no obligatorias [de toxicidad crónica y subcrónica] de la OCDE. Es probable que los autores mantuviesen al mínimo el número de ratas debido al alto coste que supone este tipo de experimentos. También parece probable que los autores no esperaran detectar tumores en el estudio.

En las pruebas de alimentación de Monsanto con maíz tolerante al glifosato (Hammond et al., 2004) se utilizó el doble de ratas por tratamiento, pero la mayor parte del trabajo clínico (patología clínica, hematología, química sanguínea y química urinaria) se basó en el análisis de solo diez ratas de cada sexo por tratamiento, como en el estudio Séralini. Por lo tanto, lógicamente, la misma crítica dirigida al estudio de Séralini debería hacerse también sobre el estudio de Hammond. Por otro lado, el estudio de Hammond podría ser criticado por no tener un diseño tan limpio como el del estudio de Séralini, ya que utilizó numerosos controles innecesarios, debilitando o introduciendo confusión de ese modo en el análisis estadístico.

Independientemente de todo esto, los resultados biológicos generales del estudio de Séralini siguen una dirección consistente que sorprende, impacta, y provoca. Las implicaciones sociales parecen indicar que:

1)    podemos haber estado ciegos o engañados al creer que los ensayos de alimentación a corto plazo ofrecían garantías de resultados;

2)    se necesitan más investigaciones a largo plazo sobre el tema, con ensayos de alimentación llevados a cabo por investigadores independientes utilizando más ratas por tratamiento;

3)    puede que los cultivos transgénicos y el Roundup no sean tan seguros como muchos han querido creer.

Walter A. Goldstein, director de investigación, Mandaamin Institute, EE.UU.