Contexto: El primer maíz genéticamente modificado que iba a lanzarse al mercado, Bt176 de Novartis (posteriormente, Syngenta), provocó varias controversias a partir de 1996. Cultivado en pocas hectáreas, fue rápidamente retirado del mercado.

Se utilizó un marcador genético resistente a antibióticos en la transformación genética, y la planta produjo un insecticida nuevo y modificado, como todas las plantas Bt. Sin embargo, Novartis llevó a cabo una sola prueba nutricional en cuatro vacas durante dos semanas; una de ellas murió después de una semana, sin explicación científica.

The Papers:

Pathology Reports on the First Cows Fed with Bt176 Maize (1997 – 2002)

The experience of one of the first GM crop farmers in Europe

En estos años (1998-2007), el profesor Gilles-Eric Séralini pudo acceder al dossier de la industria sobre Bt176 en su rol de experto del gobierno francés, en el marco de la Comisión de Ingeniería Biomolecular. Junto a CRIIGEN, ya había denunciado un aspecto crucial: la falta de pruebas a largo plazo.

Antecedentes: Mientras tanto Gottfried Glöckner, un experimentado agricultor que había ganado un premio por la alta productividad de su rebaño lechero en Alemania, estaba trabajando junto con la industria de organismos genéticamente modificados (OGM), primero para realizar pruebas de OGM para cultivo (1995) y luego como el primer agricultor en alimentar a sus vacas lecheras con ensilado de maíz Bt176 (1998-2002).

Como se descubrió posteriormente, esta fue y sigue siendo la observación de alimentación más prolongada con un OGM. La granja de Glöckner, un modelo reconocido de buenas prácticas, estaba supervisada por veterinarios cualificados. No se habían registrado casos de enfermedades graves desde que Glöckner se hizo cargo de ella, en 1986.

Cuando los animales manifestaron parálisis parcial (paresia), acompañada de una gran fatiga y problemas en los riñones y las mucosas, seguidos de muerte en el 10% de los casos, se buscaron causas microbianas.

Se realizaron todo tipo de análisis, incluidos algunos en laboratorios universitarios, con el acuerdo del Ministerio de Salud de Alemania y Syngenta. Las investigaciones no fueron concluyentes. En ese momento, la dosis de maíz Bt genéticamente modificado, que se había introducido progresivamente, había llegado a representar el 40% de la dieta.

Para 2002, el agricultor se había convencido de que el maíz Bt era la causa de las enfermedades. Inició acciones legales contra Syngenta y recibió una indemnización parcial por sus pérdidas. Sin embargo, posteriormente sufrió problemas legales y personales, como se consignó en un breve artículo [Séralini, SJAS, 2016].

Luego de finalizadas todas estas demandas judiciales, el profesor Séralini pudo acceder a registros veterinarios y a datos de archivo muy completo de cada vaca, y también al testimonio del agricultor, quien posee una maestría en Ciencias Agrícolas. Por primera vez, se ha publicado un análisis de estos datos. El análisis, realizado por el profesor Séralini y el agricultor, aparece en la publicación de revisión colegiada Scholarly Journal of Agricultural Sciences [Glöckner & Séralini, SJAS, 2016] . Nuevos datos científicos sobre las toxinas Bt y un estudio exhaustivo de los registros demuestran que existe una alta probabilidad de que este maíz Bt genéticamente modificado sea tóxico a largo plazo.

Este estudio revela una vez más la urgente necesidad de contar con etiquetas específicas relacionadas con la identidad y la cantidad de OGM, especialmente en alimentos para consumo humano y animal. Los alimentos genéticamente modificados y los pesticidas que se han diseñado dentro de ellos deben ser objeto de pruebas a largo plazo, cuyos resultados deben hacerse públicos. En la actualidad, esto es más necesario que nunca.

Contacto: Profesor Gilles-Eric SERALINI
gilles-eric.seralini@unicaen.fr o criigen@criigen.info; www.criigen.org

Contacto: Gottfried GLÖCKNER (Alemania) ggloeckner@t-online.de